La presidenta del INE reflexiona sobre las diferencias entre sus colegas y asegura que esto responde a criterios jurídicos y no a intereses políticos. Dice que el instituto cumplió con la ley y que incluso anuló casillas donde hubo irregularidades
En tiempos donde la desconfianza institucional se ha vuelto moneda corriente, las grietas al interior del Instituto Nacional Electoral no necesariamente significan un colapso, sino –según su presidenta, Guadalupe Taddei– una muestra de su independencia.
Mientras algunos analistas han interpretado las diferencias entre consejeros como síntomas de descomposición o captura política, Taddei defiende lo contrario: la falta de unanimidad, dice, es prueba viva de que el árbitro no se pliega ante consignas ni responde a pactos en lo oscuro.
En un encuentro con directivos y colaboradores de El Heraldo de México, hizo un balance del proceso que está por cerrarse. Y fue enfática: el INE cumplió. A tiempo, en forma y dentro del margen que le permite la ley.
¿Que hubo irregularidades? Las hubo. ¿Que hubo voces que pidieron anular la elección? También. Pero eso, lejos de implicar una operación política, refleja la diversidad de criterios jurídicos.
“Aceptar que a mis colegas los mueve un interés político sería aceptar que yo también actúo por consigna”, sentenció, con una mezcla de firmeza y serenidad.
Para ella, las y los consejeros se guían por la ley, y si discrepan, es porque así funciona la interpretación normativa en democracia: plural, debatible, no automática.
Un ejemplo para ilustrar la seriedad del INE: el municipio Villaflores, Chiapas, donde se anuló la votación de más de 200 casillas. La razón fue inusual, pero contundente: ninguna boleta tenía señales de haber sido doblada, lo que indicaría que no pasaron por una urna. Se anularon porque parecían marcadas sin intervención de un elector real.
La cifra –0.97% de casillas anuladas a nivel nacional– puede parecer mínima, pero para Taddei es evidencia de que el INE no fue permisivo, como sugieren algunas críticas. Todas las denuncias se procesaron conforme a la ley, sin excepciones.
Eso sí, la elección dejó lecciones. Muchas. Fue un proceso sin precedente, y el INE ya se prepara para hacer un corte de caja profundo. Porque lo vivido no se puede comparar con otras elecciones.
Se avecina, entonces, una reflexión seria dentro del INE sobre cómo diseñar futuros procesos cuando se trata de elegir a juzgadores. Desde repensar el número de casillas, hasta eliminar vacíos, pasando por revisar el modelo de campaña y los criterios de elegibilidad.
Guadalupe Taddei no niega los desafíos. Pero tampoco se rinde ante las críticas. Su mensaje es claro: el INE no es perfecto, pero no se dobla. Y en un país que tanto reclama integridad institucional, esa puede ser una victoria silenciosa, pero no menor.
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APENAS SE HA TERMINADO de contar el último voto, y ya se empieza a avizorar la próxima batalla: la Reforma Electoral. Desde Palacio Nacional y en las filas de Morena, la elección judicial encendió las alertas suficientes para reabrir un viejo expediente con nuevos argumentos.
La narrativa oficial es clara: el sistema necesita una cirugía mayor. Urge –dicen– replantear las facultades del INE, revisar el presupuesto de campañas y partidos, y ajustar el diseño del Congreso, empezando por la eliminación de los plurinominales.
Pero no es sólo un impulso técnico. La elección del 2 de junio –y el margen tan cerrado en el INE para validar sus resultados– dejó una inquietud en el aire: ¿es sensato mantener a tantos consejeros cuando un solo voto puede poner en vilo todo el proceso?
La discusión ya comenzó a tomar forma en la Cámara de Diputados y en el Senado. Y la pregunta ya no es si habrá reforma, sino hasta dónde estarán dispuestos a llegar quienes la impulsan. Y si esta vez, la democracia será fortalecida o reducida en nombre de su “simplificación”.
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Y como dice el filósofo… Nomeacuerdo: “Para algunos, el INE sólo funciona si les da la razón… como su horóscopo”.