El presidente de EU presiona ahora a México para que reduzca su relación comercial con el gigante asiático. Utilizó los aranceles como herramienta de chantaje, juego en el que no logró caer la presidenta Sheinbaum
Se acabaron las amenazas por la imposición de nuevos aranceles de Estados Unidos a México, y no se hablará más del tema mientras no se modifique el T-MEC. Ese fue uno de los acuerdos a los que llegaron la semana pasada la presidenta Claudia Sheinbaum y Donald Trump. Otro, del que no se ha dicho nada, es que nuestro gobierno se comprometió a revisar la relación comercial que tiene con China, porque ahí radica el verdadero enojo y la presión que ha ejercido el mandatario estadounidense sobre nuestro país.
En ese sentido, la nueva pausa que convinieron no fue para definir dónde aplicarán los tan llevados y traídos aranceles, sino para entrar a la revisión del tratado comercial que incluye a Canadá. En la llamada telefónica de la semana pasada, Sheinbaum fue muy clara y determinante con Trump al expresarle cómo podría responder México ante una medida como la que él estuvo anunciando en los últimos días. Le enumeró una larga lista de productos estadounidenses susceptibles de ser objeto de aranceles y habló del impacto negativo que eso tendría para ambas economías. Además, le compartió un resumen de las afectaciones que provocó, en un solo día, la supuesta entrada en vigor de las “nuevas” tarifas impositivas. Por otro lado, le recordó que en la Casa Blanca ya tienen una carpeta con los resultados de todas las acciones de cooperación de los últimos meses en diferentes áreas, especialmente en el combate al tráfico de fentanilo, la captura y entrega de narcotraficantes, así como en migración. Trump agradeció el gesto y reconoció que hay avances, pero dijo que todavía falta mucho por hacer, por lo que incluso ofreció el apoyo de su gobierno para seguir avanzando.
No obstante, todo eso pasó a segundo plano. Lo que realmente le importaba al mandatario estadounidense era hacer saber a la Presidenta mexicana que está en desacuerdo con el intercambio comercial que tenemos con China. Una funcionaria de primer nivel me confió que ahí radica la verdadera preocupación de los gringos, debido a que en la última década sus productos fueron desplazados a nivel mundial por los de origen chino, yTrump no quiere que sigamos siendo partícipes de eso. Tan sólo en los últimos dos años, la potencia asiática desplazó a EU como principal proveedor de autos para México, generando gran preocupación en Trump y en los fabricantes estadounidenses, aunado esto a la invasión del acero chino en los países que forman parte del T-MEC. Y a pesar de que nuestro gobierno ya impuso sanciones a productos provenientes de China y endureció desde enero las reglas para las importaciones, en Washington siguen insatisfechos. Los indicadores macroeconómicos los ponen en franca desventaja. El superávit comercial de China, calculado en un billón de dólares en 2024, es el mismo billón de dólares que registró EU como déficit comercial. Por ello, el inquilino de la Casa Blanca ha impuesto agresivos aranceles al dragón rojo y espera que sus socios hagan lo mismo o reduzcan al máximo su relación comercial. Esa fue la petición que externó a Sheinbaum, colocando en segundo plano el tráfico de drogas y la migración, temas que inicialmente utilizó como señuelo para presionar a nuestro gobierno.
La ventaja fue que la mandataria mexicana nunca cayó en su juego y se mantuvo cautelosa y prudente. Lo que sí veremos pronto, me dijo una fuente gubernamental, será una agresiva estrategia de México contra las importaciones chinas, tanto legales como ilegales. Se endurecerá la relación con la fábrica más grande del mundo por el bien de nuestra economía y la presión de nuestros vecinos del norte.
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Y como dice el filósofo… Nomeacuerdo: “Trump no quiere que México juegue con China, pero él sí quiere jugar con México”.