La migración y nuestra relación con China son temas que el candidato republicano está utilizando para ganar adeptos; el “atentado” que sufrió parece que ha resultado insuficiente
En su afán por ganar las elecciones de noviembre en Estados Unidos, el republicano Donald Trump enfiló sus baterías contra México, los mexicanos, los países centroamericanos y contra China. Le ha resultado insuficiente montar todo un show alrededor del “atentado” que sufrió el pasado 13 de julio en Pensilvania y busca ahora enemigos externos para intentar “unificar” a los estadounidenses para ganar las presidenciales.
Todo esto hace pensar que no tiene garantizado el triunfo, más cuando Joe Biden renunció a la reelección y Kamala Harris, la vicepresidenta, será ungida como candidata presidencial en la convención Demócrata del próximo mes. Pero más allá de los asuntos domésticos, Trump tomó como bandera de campaña los ataques contra el exterior.
Y con eso soslaya la esencia histórica de la Unión Americana, una nación que se construye y se enriquece todo el tiempo de la migración. Por un lado, impulsa la integración comercial con sus socios del norte, pero no quiere pagar el costo que eso implica. Tampoco quiere que sus socios hagan negocios con otras naciones, como China, y se opone al flujo migratorio.
Si es o no nacionalista recalcitrante, ese es su problema. El punto es que, como decimos en México: no puede chiflar y tragar pinole. Quiere más negocios, más trabajo para los suyos y más desarrollo, pero al mismo tiempo plantea cerrar la frontera con México.
Lo bueno de todo esto es que los mexicanos ya conocemos a Trump. Dice más de lo que hace. Lo que molesta, sin embargo, es su discurso amenazante y altanero. No tiene empacho en decir que México y Sudamérica solo envían criminales a su país.
Devalúa y menosprecia todo lo bueno que han hecho por su nación. En el discurso que pronunció el pasado viernes, durante el último día de la Convención Republicana, ofreció cerrar la frontera a la migración ilegal desde el día 1 de su gobierno.
Dijo que la tasa de criminalidad de EU sube y sube, mientras que en latinoamericana baja, gracias a que están poniendo a los criminales en territorio estadounidense. Una falacia. Por eso prometió la deportación más grande en la historia de EU. Algo que nunca hizo en su gestión como Presidente.
Sobre China, recordó que se instalan fábricas de autos en México para enviarlos en EU, por lo que prometió erradicar esto por completo, imponiendo aranceles de 100 a 200 por ciento para que sea imposible la venta de ese tipo de unidades en su país.
Para responder al estridente discurso del republicano, la virtual presidenta electa, Claudia Sheinbaum, dijo que la migración no es un asunto del crimen. Para disminuirla, planteó que es necesario invertir y fomentando el desarrollar entre los países que expulsan gente por necesidad. Sheinbaum atribuyó el altanero discurso de Trump al ambiente propio de la campaña. Ella no lo dijo pero, según el político pelo naranja, la migración lleva criminales y asesinos a EU, pero quien “atentó” contra su vida no fue un migrante sino un fanático estadounidense.
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VOLVIÓ A QUEDARSE con las manos vacías la senadora Susana Harp. Cumplió con los requisitos y hasta entregó un proyecto de trabajo, pero no logró convertirse en la próxima secretaria de Cultura.
No es la primera vez que la legisladora oaxaqueña se queda en el “ya mérito”. Con la venia de López Obrador, hace dos años se apuntó para ser candidata al gobierno de Oaxaca. Se inscribió en el proceso interno, pero en Morena se inclinaron por el actual gobernador Salomón Jara.
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Y como dice el filósofo… Nomeacuerdo: “Con la lengua se tropieza más seguido que con los pies”.