- AMLO instauró desde la Presidencia una especie de monarquía en la que una segunda generación de la 4T heredó cargos y puestos, más allá de trayectorias y carreras, lo que ha generado serias preocupaciones en el actual gobierno
Aunque la vida privada de los políticos y funcionarios debería ser eso, privada, muchos de ellos se encargan de hacerla pública. Hablan y exhiben sus entornos personales para mostrar su lado más “humano”, pero cuando se sienten atacados, apelan a su derecho a la privacidad. Lo peor de todo, como se ha escrito en numerosas ocasiones, es que esas decisiones inciden en la vida pública, afectando, por acción o por omisión, el bienestar de millones de mexicanos. Aunque esto a algunos les parezca exagerado. Andrés Manuel López Obrador, por ejemplo, quiere pasar a la historia como un demócrata, pero es uno de los exmandatarios que más hizo parecer su gobierno a una monarquía. Instauró una especie de imperio en el que una segunda generación de hijos, hijas, hermanos, hermanas o parejas heredaron posiciones en la llamada Cuarta Transformación, tanto en el gobierno como en el Congreso y hasta en su partido.
Y más allá de carreras y trayectorias, una parte de esa generación se ha convertido en un serio problema para el gobierno de Claudia Sheinbaum. No lo digo yo, lo comenta gente de la actual administración, porque observan que los “herederos” del poder representan un riesgo y un dolor de cabeza. Los ejemplos más emblemáticos son, sin duda, Andrés Manuel López Beltrán, Andy, hijo del expresidente; las familias Alcalde Luján y Batres Guadarrama, pero también las relaciones que han construido otros como Adán Augusto López o Ricardo Monreal. Hay más, pero estos en particular son los que generan mucho ruido, como en el caso de Andy, quien, por su forma de operar, parece estar tomando el control de Morena más por ambición personal que por convicción política. Está empeñado en construir su candidatura para el gobierno de la Ciudad de México. Y aunque hay versiones de que no lo dejarán llegar, sus allegados aseguran que se mantendrá firme en esta idea, pese a quien le pese. Si logra materializarlo, dejaría fuera de la competencia por la capital, como abanderado de Morena, a un personaje clave: el secretario de Seguridad, Omar García Harfuch.
Es sabido que los sectores más radicales no simpatizan con el funcionario estrella del Gabinete, pero si la situación se complica, el Partido Verde podría convertirse en una opción tanto para él como para la propia Presidenta. Cabe recordar, además, que desde su toma de posesión, la mandataria anunció que enviaría al Congreso una iniciativa para frenar el nepotismo. Y quien entendió, entendió. Pero hay más ejemplos de estas “herencias”. AMLO dio la instrucción para que Luisa María Alcalde llegara a la presidencia de Morena. Sí, por su “carrera” política, pero más porque necesitaban a alguien de “confianza” que administre las prerrogativas más altas que ha tenido el partido en toda su historia. Además, su hermana Bertha María fue designada como fiscal de la CDMX. Otros casos corren por cuenta del senador Adán Augusto, quien impulsó a su cuñado Rutilio Escandón como cónsul de México en Miami, a pesar del desastroso saldo que dejó en Chiapas. Algo parecido a lo que intenta hacer con la senadora Andrea Chávez, a quien desde ahora promueve para convertirla en gobernadora de Chihuahua. Con estas y otras acciones, lo que se prevé desde Palacio Nacional no es solo la balcanización de Morena (como ocurrió con el PRD), sino que las herencias, las familias y los intereses personales desaten una especie de canibalismo político, poniendo en riesgo la capacidad del partido para retener la Presidencia en 2030. El mayor problema es interno.
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A FUEGO LENTO se toma unos días de descanso. Nos leemos el 8 de enero de 2025. ¡Los mejores deseos para ti, para usted y sus familias!
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Y como dice el filósofo… Nomeacuerdo: “Puede que la vida no sea la fiesta que esperabas, pero mientras estemos aquí, bailemos”.