Con la publicación del teléfono personal de la periodista Natalie Kitroeff, el mandatario abrió la caja de Pandora, provocando daños colaterales a varios de sus allegados
El presidente Andrés Manuel López Obrador es un animal político audaz al que casi todo le sale bien, incluso hasta cuando se equivoca; sin embargo, en su pelea con los medios y los periodistas las cosas no le favorecen.
Por el contrario, ha provocado daños colaterales contra su familia, su partido y su candidata presidencial Claudia Sheinbaum.
Hacer público el teléfono de la periodista Natalie Kitroeff, para exhibir una supuesta amenaza, constituyó una flagrante violación a la ley y, por más enojo que algunas cosas provoquen al mandatario, eso no le da derecho de actuar de esa forma.
Puede apelar a la defensa de la investidura presidencial, pero no pasar por encima de la ley. Y lo que hizo significa, por donde se le vea, un abuso de poder.
Los periodistas no están para complacer al poder. Tienen la obligación de preguntar, cuestionar, criticar e investigar sobre las acciones de gobierno.
Son los ojos de la sociedad. Están para cuestionar el uso y destino de los recursos públicos; para señalar cuando tal o cual acción es en detrimento del ciudadano. Y no deben renunciar a su esencia sólo porque un Presidente no puede lidiar con la crítica y el escrutinio público. Pero así como los comunicadores tienen derechos y obligaciones, el funcionario también. Si no está de acuerdo y cree que le asiste la razón, tiene su derecho de réplica.
Cuenta con los recursos, medios y espacios para evidenciar cuando algún periodista o medio se equivoca o intenta difamar con dolo, alevosía y ventaja.
Lo que no tiene el Presidente es el derecho de infringir las leyes exhibiendo datos personales de un profesional.
Además, como él dice, los periodistas no están hechos a mano ni son parte de una casta divina. La mayoría son empleados a los que les pagan por ejercer el noble oficio del periodismo y la comunicación.
Hay periodistas que por convicción o interés son de izquierda, derecha, centro, liberales o conservadores. Cada uno responde a intereses políticos, económicos o sociales diferentes.
Son actores sociales que tienen códigos y reglas. Son también sujetos de escrutinio y se juegan la vida con el ejercicio de sus funciones. De hecho, recordemos que México es uno de los países donde más periodistas son asesinados. Pero aquí siguen.
En cambio, los gobiernos de cualquier color van y vienen. Lo inconcebible entonces es que AMLO se líe con muchos como si se tratase de un asunto personal. Son peleas desiguales. Él eligió una forma de relacionarse con la prensa. Cerró a muchos la posibilidad de un vínculo institucional y de convivencia sana y fluida.
Canceló nexos comerciales con muchos porque a sus intereses no convenía y abrió nuevos medios a los que auspicia para sus fines de comunicación y propaganda. Lo hizo porque existe el marco legal que lo permite. Donde se equivocó es en ver a la mayoría como sus adversarios.
Llámese como se llame él o la periodista, no debió difundir los datos personales de nadie, porque el hecho provocará más problemas que soluciones. Abrió la caja de Pandora. Desató a los demonios que sólo esperaron el pretexto para hacer públicos los datos de sus hijos, del vocero presidencial Jesús Ramírez y hasta los de Claudia Sheinbaum.
Por decirlo de alguna forma, había un recato moral y legal que impedía a muchos hacerlo. Pero fue el inquilino de Palacio quien puso la muestra de que todo es posible y que no vengan con que la ley es la ley. Lo delicado es lo grave que se van a poner la cosa si el Presidente no corrige y deja de creer que él no se equivoca.
Bien haría en serenar los ánimos y actuar como el gran estratega político que ha demostrado ser.
Y como dice el filósofo… Nomeacuerdo: “Serenar los ánimos es como ponerle un alto al caos y dejar que la calma tome el volante.”