Su permanencia en la Suprema Corte tiene fecha de caducidad y, divididos, intentan dar la última batalla, con poca o nula resonancia en la 4T
Una vez más el presidente Andrés Manuel López Obrador nos engaña con la verdad. De poco o nada servirán los foros previos a la reforma al Poder Judicial. Todo está dicho, preparado y decidido para que se materialice este proyecto. Será renovada en su totalidad la Suprema Corte de Justicia, así como el Consejo de la Judicatura, que cambiará hasta de nombre. Y habrá una limpia de magistrados, pero sobre todo de jueces que han caminado en la sombra con delincuentes.
Lo único que están por definir son los “cómos” de esa importante transformación, sobre todo las fechas y los mecanismos para la elección de los diferentes puestos y hasta qué rango llegaría el proceso. Pero mientras eso ocurre, todos en el Poder Judicial (principalmente los ministros) ya están resignados. Aunque participaron en el foro del Congreso, la semana pasada, la mayoría de ellos y ellas hacen maletas y cuentas para su retiro. Nunca, como ahora, están convencidos de que la reforma es un hecho y, frente a la inminente aplanadora de Morena en la Cámara y el Senado, no hay visos de que algo o alguien haga cambiar de opinión a la 4T.
Muy elocuentes, profundos y sinceros, los discursos que dieron ministras y ministros durante su participación en San Lázaro, pero acudieron a formar parte
de la crónica de la muerte anunciada del Poder Judicial.
Como lo escribió ,con la maestría que lo caracteriza, el respetado Rafael Cardona, aquí en El Heraldo de México: su participación fue una grotesca claudicación. Formaron parte de la comparsa. No tenían de otra. Se hubiera visto muy mal que hicieran el vacío y, por otro lado, con su participación, se prestaron a legitimar un proceso cuyo desenlace nos lo ha restregado AMLO desde hace algún tiempo. Nos dijo que lo iba a hacer y, otra vez, muchos ilusos que no le creyeron, como cuando canceló el nuevo aeropuerto.
Lo dijo Andrés Manuel con todas sus letras. Lo saben los ministros, como también están conscientes de que su permanencia tiene fecha de caducidad. Y lo único que les queda es la propia batalla. Más cuando la 4T los dinamitó. Están divididos. Hay tres ministras afines a López Obrador: Lenia Batres, Yasmín Esquivel y Loretta Ortiz. Los más neutrales en esta coyuntura son Alfredo Gutiérrez y Juan Luis González.
Mientras que el resto, empezando por Norma Piña, seguida por Luis María Aguilar, Jorge Mario Pardo, Alberto Pérez Dayan, Javier Laynez y Margarita Ríos Farjat han expresado su total desacuerdo con la iniciativa en cuestión.
Como sea, de poco o nada servirá su voz. Y aunque les dieron su derecho al pataleo, si quieren participar después de la reforma, tendrán que hacer fila como los demás impartidores de justicia. Se acabarán los privilegios para todas y todos.
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PARA QUIENES tienen la misión de instrumentar la reforma al Poder Judicial, no será cosa sencilla. Ya definieron que magistrados y ministros serán elegidos por voto ciudadano. Lo que no saben aún las huestes de Ricardo Monreal, en el Senado, e Ignacio Mier, en San Lázaro, es qué va a pasar con los jueces. Está en veremos si se someten al escrutinio ciudadano.
Pero desde que se confirmó que el proyecto sería aprobado en esta legislatura, los togados se organizaron para movilizar a la burocracia judicial, porque son ellos los quedaron en medio del fuego cruzado.
Intentan impedir la reforma, pero sus esfuerzos están siendo en vano. Nadie se quiere pelear con el gobierno. Lo cierto es que la actuación de varios de ellos, fue lo que motivó la reforma de AMLO, porque nunca estuvo de acuerdo con la forma en que manejaron algunos casos emblemáticos, como el de Genaro García Luna, Emilio Lozaya o los de César y Javier Duarte. Desde entonces, se sabía que no habría marcha atrás.
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Y como dice el filósofo… Nomeacuerdo: “Para mejorar, debe- mos cambiar; para ser perfectos, debemos cambiar a menudo”.