Envalentonado por el respaldo que recibió tras su conflicto con Ecuador, busca López Obrador retomar el proyecto para unificar a Latinoamérica; aunque con varios países ya tuvo serios problemas
Con el impulso internacional que le dio el rompimiento de sus relaciones diplomáticas con Ecuador, el presidente Andrés Manuel López Obrador inició las gestiones para retomar su sueño de unificar, en un solo bloque, a los países de Latinoamérica.
Antes de que concluya su gestión, el mandatario mexicano buscará dejar sentadas las bases para que su deseo se materialice en el próximo sexenio.
No será tarea fácil. Si bien es cierto que logró un respaldo unánime en su conflicto con Ecuador, también es verdad que, con algunos países, como Argentina y Perú, ha tenido diferencias por haber opinado e intervenido en asuntos internos.
Como sea, en Palacio Nacional hicieron cuentas alegres. Dicen contar con el respaldo de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), integrada por una treintena de países, entre ellos el propio Ecuador.
También, me comentan que tienen el apoyo de la Organización de Estados Americanos (OEA), cuyo secretario general, Luis Almagro, ha sido uno de los más críticos de López Obrador.
Pero no ven un obstáculo. Con el respaldo de Brasil, Cuba y Venezuela, por mencionar algunos países, el mexicano busca seguir los pasos del libertador Simón Bolívar.
Hoy, más que nunca (ni siquiera en la gestión de Marcelo Ebrard al frente de Relaciones Exteriores) ve el Presidente una oportunidad real para poder influir en el entorno internacional.
La gestión que encabeza Alicia Bárcena, como titular de la Cancillería, le permitió una visión diferente y más claridad sobre las posibilidades, que dice tener, de convertirse en el “verdadero líder” que le hace falta a la región.
Ya se la creyó AMLO. O eso le han hecho creer. Va derecho y no se quita. Más cuando todo mundo, literalmente, volcó su apoyo tras el sainete con el ecuatoriano Daniel Noboa. Eso, sin embargo, resultará insuficiente a la hora de conseguir simpatías. Hay otros países, además de Ecuador, que tienen agravios. Noboa violó la Convención de Viena al tomar por asalto la embajada de México en Quito (para extraer al exvicepresidente Jorge Glas), pero nuestro mandatario cuestionó sus elecciones y sus resultados.
Como lo hizo con la peruana Dina Baluarte, a quien acusó de usurpadora y cuestionó por la destitución del expresidente Pedro Castillo. Eso le mereció que lo declararan “persona non grata”.
Pero no fue el único brete. También se enredó con el argentino Javier Milei, a quien tildó de “facho conservador”. Y éste, a su vez, le reviró, llamándolo “ignorante”. El tema no provocó fractura, pero marcó un distanciamiento.
En los casos de Ecuador, Perú y Argentina, no apeló AMLO a la Doctrina Estrada, cuya esencia radica en la no intervención. Y sí lo hace cuando le preguntan sobre su postura sobre la falta de democracia en Cuba, Venezuela o en Nicaragua. Se dice respetuoso de su vida interna.
Todo esto, sin embargo, deja ver que nuestro Presidente no mide con el mismo rasero a los países de la región y eso, sin duda, será el Talón de Aquiles para hacer realidad su sueño de unificarlos en un solo bloque.
Y las cosas se complican más cuando su relación es tirante con sus socios del norte (Estados Unidos y Canadá), cuando coquetea económicamente con Asia y Pacífico (China, incluida) y desdeña sus relaciones diplomáticas y económicas con Europa.
Y como dice el filósofo… Nomeacuerdo: “Un conflicto diplomático es cuando dos países se lanzan palabras en lugar de misiles, pero a veces el daño es el mismo”.