En la recta final de su gobierno y de cara a las elecciones del 2 de junio, el Presidente publica su libro más reciente “¡Gracias!”, en el que narra parte de su trayectoria, habla de triunfos y “fracasos”
Revelador, didáctico y hasta adoctrinador resulta el libro más reciente de Andrés Manuel López Obrador, titulado “¡Gracias!”.
Se trata de una obra en la que comparte episodios de su trayectoria política y narra, muy a su estilo, la etapa final de su mandato.
Habla el tabasqueño de los triunfos que lo han acompañado desde que, en 1973, dejó su natal Macuspana, para asentarse en la CDMX. Pero también comparte algunos errores de su recorrido por la vida pública.
Por ejemplo, en el capítulo dedicado a su gestión en la presidencia nacional del PRD, entre 1996 y 1999, hace un mea culpa por el desastre que dejó al concluir su gestión.
Acepta que fue un desacierto sacar las manos del proceso para designar a su sucesor. Quiso mantenerse al margen y la elección fue devastadora.
Hubo confrontaciones que terminaron por anular el proceso interno en el que participaron Jesús Ortega y Amalia García. Pablo Gómez entró al quite como interino. De todo eso, el inquilino de Palacio asume la responsabilidad y se reconoce culpable porque cayó en una indefinición que describe como “funesta”. En este libro, publicado por Editorial Planeta hace unos días, el mandatario justificó aquella decisión. No quería que lo acusaran de inclinar las cosas a favor de un grupo o de un candidato.
La lección aprendida fue que en esos asuntos tienen que existir definiciones “sin medias tintas”, porque la política consiste en escoger entre inconvenientes. Aclara, sin embargo, que una cosa es participar poniendo reglas claras e igualdad de condiciones para una elección interna y otra muy distinta es inclinar la balanza a favor de alguien.
Y de la experiencia vivida en el PRD, se entiende ahora que las reglas del juego hayan cambiado en Morena. Según el mandatario, en el partido guinda existe hoy la posibilidad de elegir candidatos mediante el método “eficaz” de las encuestas, debido a que, según él, reduce el riesgo de rupturas. “Mejor eso que la decisión mafiosa y antidemocrática de las cúpulas”.
Lo plantea de ese modo porque reconoce que en una elección interna se generan muchas pasiones, casi tantas como en una elección constitucional, en la que se pueden cometer abusos y fraudes, afectando la unidad del partido con desprendimientos de militantes y dirigentes.
Pero cuando eso ocurre, el problema tiene remedio. Desde su visión y experiencia, todo se arregla inculcando principios y convicciones, porque la lucha no es del poder por el poder.
La batalla principal, dice, es por ideas y causas, para evitar que la lucha se convierta en una arena de ambiciones sin principios políticos o morales. Y a manera de lección, el Presidente dedica un apartado a la postulación de candidatos externos, algo tan en boga en el proceso electoral en curso y que tantos dolores de cabeza ha generado en Morena. Advierte que cuando se lucha por hacer valer la democracia, no es aceptable el maniqueísmo.
Los políticos no se dividen entre buenos y malos. Se distinguen por su forma de actuar en determinadas circunstancias y son incorporados a Morena como en su momento algunos ex priistas lo hicieron en el PRD.No se puede cuestionar, juzgar a priori o a rajatabla. “Hay que cuidar los principios, pero debe concederse el beneficio de la duda”, apunta de forma muy pragmática. Y refuerza diciendo que en política hay que correr riesgos para avanzar.
Es indispensable equilibrar principios con eficacia, porque “no estamos para ponernos muy exigentes, para exquisiteces, para decir: este compañero sí; este no. Este tiene una manchita o este otro no es puro.”
Así no se puede, reafirma Andrés Manuel, quien de forma lapidaria sentencia: “La política la hacen hombres y mujeres; no se hace con santos”.
Y como dice el filósofo… Nomeacuerdo: “Contexto, la salsa secreta que le da sabor a las palabras en un texto”